Aquella tarde fría y oscura, algunas gotas descendían rápidamente, los arboles estaban empapados de agua, se podía apreciar el cielo gris el cual cubría toda la ciudad. Las personas corrían a todos lados para cubrirse de la lluvia que se aproximaba. Los carros van a toda velocidad como si huyeran de algo malo, los niños saltaban en los charcos que se hacían con las pocas la lluvia. Cerca del centro de la ciudad corría un pequeño niño, de 10 años, buscando un refugio en donde pasar la noche que se aproximaba, la luna se podía ver a lo lejos, aun que era difícil verla por las nubes que la cubrían, el niño que seguía corriendo bajo la fría lluvia se llama William.
William un niño abandonado por sus padres cuando apenas tenía 2 años de edad. Aquella mañana calurosa cuando fue dejado en una casa grande, de dos pisos y fachada blanca en donde vivían sus tíos. Sus tíos lo cuidaban como un hijo más, le compraban todo lo necesario para que estuviera feliz. William savia la verdad de su pasado, no lo recordaba pero estaba enterado. Siempre se escondía de sus tíos, se sentía muy diferente a ellos. Sus primas lo molestaban a cada rato, a veces solo para hacerlo enojar, otras por solo reír de él mientras se sonrojaba como un tomate. El niño es un poco tímido y tiende a colorarse como una manzana, la diferencia de él con su familia es que posee poderes, pero no cualquier poder, es el de sanar cualquier herida o cicatriz. William acostumbraba a pasar mucho tiempo en el parque, cuando no estaba allí lo podían encontrar comprando golosinas en una pequeña tienda en un callejón viejo y solitario, en aquel callejón en donde ni un alma pasaba, era tan solitario que podías escuchar como las cucarachas caminaban por el suelo.
William es de cabello negro; ojos cafés; piel blanca como la hermosa nieve y con varias pecas en su cara, al parecer se parece mucho a su padre, o eso dicen sus tíos los cuales nunca le han enseñado una foto de su progenitor. Tiene sentimientos nobles como su madre, la cual solo tiene un recuerdo leve y vano en su mente.
Un día normal para William, cuando nadie notaba que caminaba solo por la calle, el frio invierno hacia que todos temblaran, algunas hojas se soltaban de los débiles arboles a su paso, los arbustos no tenían ni una hoja. Se encontraba como siempre comprando sus dulces como de costumbre, el señor de la tienda siempre le regalaba alguno que otro chuchería especial, los cuales a William le fascinaban demasiado. Mientras caminaba de regreso a casa, no se encontraba lejos. Un hombre se le acerco rápidamente sin dejarle escapatoria, el señor de cabello negro y lleva una túnica de color verde esmeralda, en su mano llevaba un pequeño sobre, más pequeño que un caramelo de menta, se lo entrego a William el cual lo abrió con miedo, sus manos temblaban con solo la presencia del hombre que lo veía fríamente. Mientras lo habría el hombre desapareció con el viento que corría por el callejo, el sobre comenzó agrandarse más y más.
Buenas tardes William, le invitamos a unirse a nosotros, se que tiene corta edad pero eso no le impide unirse, su familia, la señora Adela, su tía si no me equivoco, está de acuerdo con su unión a nosotros igual que su tío Arthur. Nosotros nos encargamos de las personas diferentes a los humanos como su caso. Su madre April me pidió que cuando cumpliera los 10 años lo llevara conmigo, sé que no la conoce pero bueno eso se dará a su tiempo, por favor si quiere unirse a nosotros solo deje este sobre en el árbol más grande de la ciudad, está ubicado a las afueras, su tío sabrá en donde se ubica. Lo tendrá que firmar al fondo de esta hoja y decir acepto, solo eso, que tenga una linda noche. La dirección.
El niño busco una pluma y un poco de tinta rápidamente, en su bolcillo encontró un bolígrafo aun que con poca tinta le serviría para poner su nombre. Sabía que esto le daría la oportunidad de comenzar una nueva vida, todavía no savia con exactitud de que se trataba la carta, pero tenía una leve sensación de algo bueno. El niño se dirigió a su casa en donde sus tíos le estaban empacando la maleta, ya sabían cuál era su decisión, su tía Adela una mujer de 35 años, su cabello negro y largo hacían que diera una sensación de felicidad, sus ojos azueles daban serenidad. Mientras que su tío Arthur solo daba miedo, los ojos negros que se cargaban intimidaban a cualquier persona, es alto y corpulento como un roble.
Las primas de William corrían por toda la casa, subían y bajaban las largas escaleras que te llevaban al piso de arriba en donde William dormía, una de ellas se le acerco su nombre es Saray. La otra se llama Carolina. Las dos niñas son de cabello negro como su madre con ojos azueles, piel blanca y algunas pecas en la cara, son muy tremendas y siempre molestan al pobre William, el cual nunca hace nada para defenderse de ellas, son cinco años mayor que él lo que le impide muchas cosas para cubrirse de las agresiones diarias de las pequeñas.
- -William nos hemos enterado de las buenas noticias, hace pocos años quisimos ir allí pero como no tenemos poderes no pudimos, pero claro eso fue lo que le dijimos a nuestros padres, nosotras si tenemos un poder, ¿sabes cuál es?- dijo Saray mientras reía.
- -¿Cuál?- dijo William con tono de interés.
- -Es molestarte. Dijo Saray a carcajeadas.
- -Déjalo en paz hermana sabes que es un poco sensible nuestro queridísimo primo, bueno Willi (como le decían de cariño en su casa) cuando vengas de vacaciones no se te olvide traernos un poco de pastel de chocolate, pero no cualquier pastel, queremos el que venden en el callejón Juansi, no se te olvide. Dijo Carolina mientras veía a su hermana.
La tía Adela se acerco al pequeño dándole un gran abrazo, saco de su bolsa un pequeño billete, le pidió a William que abriera la mano mientras ella soltaba suavemente el billete de color amarillento y un poco arrugado. El billete es extraño y largo como las barras de chocolates, su color cambiaba al moverlo. Tía Adela veía a William con un poco de tristeza, tal vez sería una semana que lo vería, o menos, nadie lo podía saber.
- -Este billete te va a servir de mucho, eres un buen muchacho no como tu padre un estup..., mediocre, sabes algo, cuando naciste no lloraste, todos pensábamos que sería un niño serio y solitario y no nos equivocamos –dijo adela mientras se le desbordaban de su pequeños ojos lagrimas de dolor-… cuídate a donde te dirijas por favor… este billete que te acabo de dar te servirá de mucho, no lo podrás usar aquí pero si a dónde vas, se que tienes poderes como mi cuñada, saliste tan a ella en los sentimientos… pero eres idéntico a tu padre. Dijo la tía mientras lloraba un poco.
- -¿Por qué lloras?, tía no te preocupes estaré bien, me se cuidar, o eso pienso, sé que he sido una batalla para ustedes pues me cuidan desde hace 8 años, gracias por tu apoyo durante todo este tiempo… sabes por primera vez are algo que quiero, aun que todavía no se a donde voy se que será divertido ir. Dijo William mientras abrazaba a su tía.
- -Sé que estarás bien, lo sé, cuando llegues allá llámame, te llevaremos a las afueras de la ciudad para que lleves tu respuesta, sabemos que te puedes ir en cualquier momento, solo tenemos que esperar una respuesta.. no te olvides nunca de nosotros pequeño Willi. Dijo la tía.
La tía se aparto de William dejándolo solo en su habitación, el pequeño recogió algunas cosas más, recordó algo muy importante en su vida, nunca ha llorado, parece que nada le doliera nada, era fuerte como la roca pero con sentimientos nobles, cuando se sentía triste solo callaba observando a los demás. Cogió una foto de bebé, la observo por un largo tiempo, aquella foto mostraba una gran sonrisa por parte sus tíos, al parecer fue el día cuando lo abandonaron, cuando sus padres decidieron abandonarlo en aquella casa tranquila.
Se marcho de su cuarto, su única familia lo esperaba en la sala para llevarlo al gigante árbol, tomó un pequeño pan de la cocina, la cual está sucia, sus tíos le pidieron que se fuera adelantando al automóvil, en un momento salían, pudo observar los llantos de ellos mientras el caminaba a la puerta, salió y se sentó en el coche el cual se movía al afincarse en los asientos. Se podía escuchar el cuchicheo.
- -¡No podemos dejar que se lo lleven! Adela por favor has algo, no lo dejes ir, es como nuestro hijo. Dijo Arthur.
- -Contra ellos no se puede hacer nada, sabes que se lo prometimos a mi cuñada cuando no los trajo. dijo Adela.
- -Madre pero recuerdas que también le prometimos que le diríamos la verdad cuando cumpliera 10 años, pero claro eso no lo cumplimos. dijeron las dos gemelas a la vez.
- -Por favor no hagan esto más duro, sabemos los cuatro que lo amamos pero deberá reunirse con ellos tarde o temprano, por favor salgamos de una buena vez de esta casa. Dijo Adela.
Los cuatro salieron juntos, las niñas que tienen 15 años cada una, ambas iban con la cara un poco tapada pues hacia frio, algunos copos de nieve caían al suelo, empezaría a nevar, era de noche, la familia comenzó a conducir hacia las afueras de la ciudad. Es un camino largo y oscuro, algunos búhos se veían volar por toda la noche, la nieve impedía ver bien la carretera, la neblina se notaba cada vez más y la tristeza abundaba en aquella camioneta vieja y oxidada, las hermanas guardaban silencio, el único ruido que se podía apreciar era el del motor.
Llegaron al sitio indicado, algunos niños se encontraban hay esperando la larga fila para dejar la carta, parecía que habían citado a varios, las familias se alejaban de ellos mientras depositaban las cartas en el viejo y feo árbol gigante, las ramas crujían haciendo una escena escalofriante para algunos, las cartas que entraban se quemaban al parecer. William se acerco sin ningún miedo al árbol, deposito su carta y se dirigió a su familia, ahora solo faltaba esperar una respuesta, seria rápido la respuesta, tal vez tardaría un día, una hora o más.
Volvieron a su hogar. En el coche abundaba un largo y gran silencio nuevamente, William podía apreciar la gran tristeza del ambiente, Adela se limpiaba la nariz constantemente, Arthur manejaba sin ver a ninguno de los integrantes de la familia, William corto aquel silencio frio, todos movieron sus cabeza para ver que iba a decir, las gemelas lo observaban a los ojos.
- -Tía, ¿a dónde voy? Dijo William.
- -¡No se lo digas Adela!, por favor no se lo digas. Dijo el señor Arthur con el rostro pálido y preocupado.
- -Se lo tengo que decir, es nuestro deber. Bueno William, se que será difícil lo que te diré pero es cierto, tus padres, te dejaron con nosotros pues se acerca una guerra, ellos por ser guerreros y defensores tenían que quedarse en un sitio en especial, pero no quería que tu murieras con ellos, al parecer tu padre está vivo pero no recuerda nada, aquella carta que recibiste es de el profesor Arnold, un hombre muy bueno. El caso es que deberás ir al cuartel, bueno a la escuela para personas como tú, es como un internado, hay aprenderás a curar y defenderte. Dijo Adela fríamente.
- -Tía pero esto de que me sirve, yo sé manejar mis poderes y defenderme con ellos, recuerda que también puedo hacerle daño a cualquier persona. Dijo William.
- -Te entendemos pequeño, pero lo que mi madre quiere decirte es que si llegas a manejar tus poderes de sanación tal vez podrás hacer que tu padre recuerde todo, alguien muy malo está a punto de conquistar la parte mágica que nos controla- dijeron las gemelas.
- - Bueno no entiendo mucho pero más o menos me doy una idea, ¿podrán visitarme?...Dijo William.
- -¡No!, no se permite, pero en vacaciones tu si podrás venir a casa. Dijo Arthur.
Volvió el silencio en la camioneta, el niño solo pensaba en su supuesto padre, aquel que no recordaba, ese que tanto odiaba su tía, era ya media noche y no se podía ver muy bien la carretera, Arthur decidió detenerse por un momento pues la visión se cortaba ver por el vidrio empañado, William se bajo del auto para ayudar a su frio tío, de lejos se podía apreciar la luna. Arthur se acerco a William y con voz baja le dijo -entra otra vez al coche no te preocupes-.
William entro al coche sin ver lo que sucedía, su tío señalo el camino y con un simple movimiento de dedos comenzó a desaparecer la neblina que impedía seguir adelante, aun que el consejo de brujos tenía prohibido hacer magia en cualquier sitio a él no le importo, el niño savia que su familia era mágica pero nunca había visto el poder que tenía. La neblina había desaparecido por completo, la luna iluminaba el camino, algunos árboles hacían movimiento en medio de la oscuridad.
-Arthur volvió al carro en donde siguió su camino, la neblina ya no era impedimento para nada, los pequeños jugaban con el celular viejo de las niñas, la tía Adela parecía un poco preocupada. Llegaron nuevamente a casa, estacionaron el vehículo y decidieron pasar nuevamente a la casa bacía y oscura. William subió a su habitación mientras las gemelas se ponían su pijama de flores rosas, sus piernas eran cuidadas y lindas a la vez, algunas niñas envidiaban el cuidado y la hermosura de aquellas piernas de señoritas que se cargaban cada una.
-William durmió profundamente, hasta que en medio de su sueño tuvo una pesadilla en donde una mujer de cabello negro, ojos azueles, alta y flaca, la cual llevaba en la mano una especia de espada larga y afilada, la cual corta todo a su paso, desde las marchitadas flores del suelo, la mujer perseguí a William en un laberinto sin salida, Willi corría por todo el laberinto buscando alguna salida, al final de la pesadilla la mujer lo acorralaba, en medio de arboles y flores negras, a su alrededor se mostraban más personas riendo, la mujer levanto la fina espada cortando a William de un brazo. William comenzó a gritar. El tío Arthur entro rápidamente en la habitación despertando a su sobrino el cual se movía por toda la cama, las cobijas estaban en el piso.
- -¿¡Te pasa algo!? Dijo Arthur mientras agitaba al pequeño William.
- -No tío nada solo una pesadilla, perdóname por la molestia. Dijo William mientras se despertaba rápidamente con sensación de miedo y escalofrió.
- -No es ninguna molestia, si te vuelve a suceder estaré aquí para ayudarte. Dijo Arthur mientras se marchaba de la habitación del pequeño.
- -Gracias. Dijo William.
Arthur camino a su habitación el cual quedaba en el mismo pasillo, al final del corredor dormían las niñas y al otro extremo estaba el baño, Adela lo esperaba leyendo un libro en la recamara, Arthur entro rápidamente y se escabullo nuevamente en la helada cama, se arropo con el acolchado, Adela rompió el silencio, apago la mesita de noche comenzó hablar.
- -¿Ha tenido otra vez esa pesadilla verdad? Dijo Adela con tono de preocupación.
- -No te preocupes el niño estará bien, mejor vamos sigamos durmiendo, mañana será un día largo y pesado para todos. Dijo Arthur mientras bostezaba.
En la mañana siguiente William despertó sin recordar lo ocurrido la noche pasada, aquella pesadilla parecía más un recuerdo que un sueño, la mayoría de las noches le pasaba lo mismo, Adela se preocupaba de él. Se dirigió a la cocina en donde esperaban por él, le sirvieron un poco de café con leche y una tostada con mantequilla y miel, una combinación extraña pero deliciosa para sus papilas gustativas, cogió su plato y se sentó al lado de las gemelas, la mesa redonda y con un mantel mal hecho está repleta de migajas de pan, las cuales la tía Adela trataba de limpiar constantemente, los rayos del sol pasaban por la ventana. La mesa se ladeaba un poco al afincársele demasiado. Las gemelas no le importaban mucho lo que dijera el consejo, gracias a esto siempre estaban haciendo encantos o conjuros por toda la casa, su punto de ataque William.
- -William hoy no te molestaremos, te lo prometemos, eso es para que veas que si te queremos aun que poco, pero te queremos, si quieres te podemos enseñar algunos encantos para que te diviertas en el internado, es un poco aburrido pero es bueno, hay van los mejores magos de la historia. Dijeron las gmelas.
- -No se preocupen me se divertir de otras maneras. Dijo William mientras se sonrojaba.
- -Que lastima, siempre quisimos enseñarle algunas cosas, pero bueno allá aprenderás muchísimas cosas, padre ¿crees que le tocara con el maestro Andrew?, ojala y no. Dijo Saray.
- Es lo más seguro, es buen maestro… no te preocupes William, ese maestro aplica la materia de Protección personal contra fénix. Dijo Adela mientras limpiaba la mesa.
Adela se asomo por la ventana, de lejos podía ver un pequeño pajarillo, sus plumas brillaban mucho, su color verde es hermoso, de pronto el pájaro voltio la mirada a ella, aun que por un momento Adela pensó que era solo curiosidad, del árbol en donde se encontraba bajo rápidamente sin preocuparle el gato blanco que se encontraba en el tronco durmiendo plácidamente, comenzó a moverse rápidamente. El pájaro se dirigió veloz mente a la ventana en donde Adela se encontraba, comenzó a picotear el vidrio hasta que Adela lo abrió. El pájaro se convirtió en una carta, aquella hermosa carta de color piel, larga y liviana, es para William.
La señora Adela se la llevo a William el cual no acababa de comer, se la dejo al lado de su plato el cual no terminaba de comer, William la vio, termino de comer lo más rápido posible, tomo su café, dejo la taza y el plato encima del fregadero, recogió la carta y comenzó a leer lentamente.
Hemos recibido su respuesta joven William Muller, hablamos en el internado con el consejo de maestro y se ha aceptado que entre a la escuela, tendrá que traer lo necesario para el primer año de estudio, le dejamos anexada al final de la carta la lista de útiles que necesitara para cursar, si no logra conseguir cada una de las cosas no podrá entrar. Cabe recordar que el día 20 de diciembre tendrá que presentarse en la escuela sin ninguna persona, es decir solo. Para llegar al internado tendrá que ir a la estación de trenes, en donde dirá en frente del reloj las siguientes palabras: “Soy el que llama a tu puerta todas las noches de navidad”, una especia de bicicleta saldrá, cójala y deje que ella lo lleve, no intente desviarla o perderá todo su equipaje:
1.- Libro de artes para defensa personal contra fénix I.
2.- Una rosa negra para la clase de embrujos contra ogros.
3.- Túnica de color negra o azul mar.
4.- su frascos de pociones y un recoge lagrimas para la clase de pociones.
5.- Si práctica el deporte de la escuela “mamghruama” tendrá que traer 3 frascos de la verdad, un muñeco del bosque meimi y 5 pociones de jugo de dragón, pero esas las pueden hacer aquí, lo demás te lo donara la escuela.
6.- Lo demás se lo ha donado su familia, bueno es su herencia por parte de madre.
El niño busco sus cosas y pensó en irse inmediatamente en busca de cada una de las cosas que le pidieron, pero claro no sabía en donde comenzar, busco a su tío en toda la casa, recordó que las hermanas estuvieron internadas tres años, su tío debía saber en dónde comprar todo lo necesario.
- -Tío, ¿podremos ir a comprar mis libros y cosas de la escuela? Dijo William mientras esperaba una respuesta.
- -No te preocupes que las cosas para el mamghruama lo tenemos nosotras. Dijeron las hermanas después de leer la carta que habían encontrado en la habitación de William.
- -Bueno pequeño iremos más tardar o mañana, ¿Cuantos días tienes para ir a la escuela? Dijo Arthur con una sonrisa.
- -Tío debo presentarme dentro de 20 días máximo o si no será negado mi ingreso, si quieres podemos ir mañana a buscar todo lo que necesito. Dijo William.
Las niñas salieron de la habitación en donde estaba su padre para ir a buscar todas las cosas de mamghruama, aun que estaban un poco usadas y viejas le servirían al pequeño William para su primer año de clases. Adela entro y ayudo a las niñas a limpiar cada una de las cosas, hasta encontraron dos rosas negras, aquellas rosas que tienen son las más caras en todo el mercado, con ellas se puede dominar a cualquier ogro, sea gordo y gigante o flaco y pequeño, todavía seguían vivas y hermosas como siempre. Estas rosas se marchitan cuando su amo las olvida o las bota.
- -¿Ya tienen todo para mí? Dijo William después de entrar a la habitación de las niñas.
- -Si pequeño, ya lo tenemos todo, hasta tenemos dos rosas, te servirán de mucho el maestro que te va a dar las desgastara pero no preocupes no se marchitan. Dijo Carolina mientras reía.
William recogió cada una de las cosas que sus primas le habían dado, parecía que esta vez sí se interesaban en el, las guardo en la maleta que le había preparado su tía, en aquella maleta solo hay ropa nueva, en un paquete hay una túnica de color azul, solo le faltaban sus libros y algunas cosas más.
William salió un rato de la casa quería relajarse en el parque como lo hace todos los días del año, las vecinas lo conocían muy bien, a veces sus hijos caminaban y jugaban con él. Para William este año que se acercaba iba ser magnifico, se puede decir que el mejor, aquel niño quería llegar rápidamente a la escuela, pero claro le hacen falta algunas cosas para poder entrar.
Tomo el aire fresco en donde los pájaros corrían y volaban a su alrededor, algunas palomas se acercaban a él para alimentarse de los trocitos de pan que hay en el suelo. Una persona con una túnica blanca y limpia, con cabello negro con un poco de canas en la raíz, un poco pequeña y gorda, sus manos blancas y feas se podían apreciar, la dama se le acerco a William lentamente sin hacer ningún ruido, las palomas huyeron al verla cada vez más cerca.
- -¿Puedo sentarme a tu lado? Dijo la desconocida mientras veía a William.
- - Si señora siéntese sin ningún problema, aparte ya yo me iba. Dijo William.
- -No te retires por favor, quédate aquí conmigo, yo te conozco, bueno no a ti si no a tu madre, aquella hermosa mujer que ahora se encuentra muerta, solo quiero darte algo que me pidió que te diera. La señora saco de su gran bolsa de mano un retrato.
- -¿Qué es señora? Dijo William con cara de sorpresa.
- -Una foto, aquella que te dará el camino, el camino para llegar allí, tómala que tengas buen día, a y por cierto mi nombre es Gretel Heink. La señora movió su capa haciendo que desapareciera su cuerpo por arte de magia.
William vio la foto que tenía en sus manos, en aquella se podía apreciar a un bebé pequeño acompañado de sus padres, al reverso de la foto solo decía, “te amamos nuestro pequeño William”, La foto tenía un movimiento propio, se puede ver como el bebé se mueve para todos lados mientras los padres tratan de calmarlo.
William guardo la foto en el bolcillo de su pantalón, no era tan grande como parecía ser. Comenzó a caminar de regreso a casa, el frio volvió nuevamente, el invierno era muy normal, la nieve comenzó a caer mientras William caminaba, pudo encontrar a una vecina que lo acompaño a su casa, aquella que siempre lo saludaba todas las mañanas mientras él iba al parque, algunas veces le daba algunas chucherías para que comiera algo o dulce y delicioso. Su tía lo esperaba en la gran puerta de la casa, en su mano tenía un suéter de color gris oscuro y unos guantes negros un poco desteñidos en las puntas de los dedos. Vio a William caminar con la vecina, a la cual le dio las gracias por traerlo, Adela le entrego el abrigo y los guantes.
- -¿Qué traes hay pequeño Willi? Dijo Adela mientras lo abrazaba para quitarle el frio.
- -Una foto que me dio una señora, su nombre es Gretel.
- - A la señora Gretel, es muy buena amiga de tu madre... bueno fue muy buena amiga de ella… Dijo Adela bajando la cara.
- -No te preocupes tía no siento tristeza al escuchar eso, recuerda que no la conocí… pero bueno tía que se puede hacer… toma la foto y guárdala por mí, tal vez la querré ver. Dijo William mientras le daba la foto a su tía la cual lloraba por la muerte de su cuñada.
- -Si William…. Dijo Adela con la voz un poco cortada.
William entro a la sala en donde prendió la televisión vieja y sucia que tenía la casa, se acostó en el mueble de color negro, en el sofá de al lado estaba sentado Arthur leyendo el gran periódico de hoy, Willi comenzó a cerrar los ojos perdiendo, en un momento a otro dormía como un bebé acurrucado por su madre. El pequeño William despertó con la cara manchada de labial y cosas para mujer, sus hermosas primas le habían jugado una broma.
Se levanto del sofá muy enojado, se dirigió al baño en donde se quito todo lo que tenía en la cara, parecía un payaso de circo, se seco la cara y camino hacia la habitación de las niñas en donde las encontró riéndose de él, comenzó a verlas fijamente, a una de ellas se le comenzó hacer en la cara una pequeña cortada de la nada, William usaba sus poderes como venganza. “Déjala en paz, o quieres que nos venguemos luego, recuerda que a nosotras no nos puedes hacer daño” Dijo Saray mientras curaba a su hermana con un conjuro.
- -Hay esta bien, déjalo solo es un simple niño que no madura, jajaja. Dijo Carolina
- -Déjenme en paz, siempre me están molestando, ustedes son las inmaduras. Les grito William mientras se marchaba de la habitación azotando la puerta con gran fuerza.
El niño se marcho del cuarto enojadísimo, no quería saber nada de sus primas por un largo tiempo, entro a su habitación en donde vio que la carta que recibió de la escuela le permitía llevar una mascota, el problema es que aquella tenía que elegirlo a él, o solo tenía que capturarla en la escuela, en el bosque de los mil pecados.
Ya era de noche, William comió en la sala ya que no quería comer con sus primas las cuales odiaba, vio la televisión durante toda la noche, las películas de terror su género preferido era lo que pasaban en la televisión. Mañana irían por todas sus cosas de la escuela, su tío le pagaría cada una de los objetos, saco de una de sus bolsas el billete que le dio su tía, lo observo y se dio cuenta que el billete se movía en todas sus imágenes, no era normal poder apreciar algo así, lo volvió a guardo doblándolo a la mitad.
Se acerco a su tío el cual se encontraba en la habitación de huéspedes, la cual está al lado de la sala, lo vio recogiendo algunas cosas para el viaje que arrían en la mañana, llevaría a las gemelas con ellos, pero no solo buscaba cosas para el viaje, buscaba un libro, aquel libro que uso hace muchísimos años, el manual de conjuros y encantos para estudiantes mediocres.
- - ¡Aquí esta! Dijo Arthur mientras observaba el libro con polvo.
- -¿Qué es eso? Pregunto William.
- Mira este libro es de edición limitada, solo quedan 3 ejemplares, los otros dos lo tiene la librería más preciada del mundo, aun que es un secreto. Tómalo – Dijo Arthur mientras estiraba el pesado libro a los brazos de William-, úsalo bien que te servirá de mucho. Dijo Arthur mientras le guiñaba un ojo.
- -Gracias tío siempre tan atento. Dijo William mientras se reía con su tío.
Ya era de día, William se despertó con los ruidos de las hermanas las cuales gritaban a los cuatro vientos sus problemas, Arthur fue y lo obligo a levantarse pues se le hacía tarde para el viaje que arrían hoy mismo, Adela recogía algunas cosas y preparaba el desayuno.
Las hermanas recogieron un poco de dinero mágico, que mejor conocido como boe una moneda extraña y que solo se conoce en las familias mágicas o poderosas del mundo, las hermanas bajaron cogiendo algunos sándwiches, para el largo viaje que les esperaba. La tía Adela salió y encanto la camioneta oxidada para que pudiera volar por los aires. Las hermanas salieron y embrujaron el auto para que fuera invisible por un tiempo ilimitado.
William bajo con todas su cosas y el libro en una mano, su tío le ayudo con los objetos que llevaba, bajaron las escaleras juntos. Se montaron en el carro y se marcharon rápidamente, algunos vecinos decían que observaban humo en el cielo pensando que había un incendio, lo que no sabían es que el carro no se ve. La tía Adela se quedo en la casa, se despidió de ellos mientras los veía volar. El señor Arthur manejaba rápido pero con cuidado.
- -Bueno niños este será un largo viaje, niñas mantengan la magia en el carro saben que no nos pueden ver. Dijo Arthur.
- -Si padre, no te preocupes que nuestro experto nos mantendrá muy bien, ¿O no William? Dijo Carolina burlándose de su primo.
- -Dejadme en paz, siempre molestándome. Dijo William.
- -Ya cálmense los dos, no te preocupes William, sabes que te queremos muchísimo, Dijo Saray mientras se reía con su hermana.
- -Ya déjenlo, hoy es un buen día para él… no te preocupes William ellas se calmaran, si quieren algo de comer hay unas golosinas mágicas, pero cuidado su estado de ánimo será lo que coman. Dijo Arthur.
Cada uno cogió un dulce de la guantera, a las gemelas le supo dulce y delicioso, mientras que a William le supo amargo y horrible ya que estaba enojado con sus odiosas primas mientras lo comía, como había dicho Arthur lo que comes es tu estado de humor. El tío Arthur comenzó a descender un poco para que apreciaran el paisaje que se veía, las montañas llenas de nieve, algunas aves volaban alrededor de la camioneta, las niñas cerraban las ventanas, por la ventana de la derecha entraba un poco de aire helado.
El viaje fue largo y pesado para todos, por fin habían llegado a su destino. Era de noche, por fin William había llegado al lugar que esperaba por ansias en la camioneta, el viaje aun que fue rápido duro un día y cuatro horas, las niñas estaban muy cansas mientras que William se despertaba con los ojos un poco cerrados, el tío Arthur se le notaba mas el cansancio pues había manejado todo un día. Arthur tenía que buscar rápidamente una cabaña o casa en donde dormir ya que podía oscurecer más y más durante algunas horas.
Las niñas bajaron de la camioneta con William en el medio de las dos, el señor Arthur observaba cada uno de los rincones de la calle, parecía que buscaba algo en medio de la oscuridad y la neblina, señalo el cielo y dijo – Lumiesmo- todas las luces comenzaron a prenderse por la carretera y las pequeñas calles del lugar, las niñas observando el gran poder de su padre, no se pudieron resistir, y sacaron una especie de bambú del tamaño de un lápiz, en la punta de los bambúes una luz de color blanco se podía observar, era una lámpara mágica.
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